Hoy traigo a la palestra
PARÁSITOS ( no os frotéis las manos que no vamos de políticos),
la película ganadora de los pasados Premios Oscar: Mejor película
internacional, Mejor director, Mejor película y Mejor guión
original. ¡Un filme de Corea del Sur!
La acabo de ver ( asumo mi
retraso cinematográfico) y me ha dejado cierto sabor agridulce que
me incita a compartir impresiones con vosotros. No contaré de más
por si no la habéis visto aún. De ser así, os la recomiendo.
Es una película divertida, que
te atrapa, te envuelve de tal modo que no intuyes por dónde van a
salir los tiros… pero también es un drama monumental.
Su argumento podría incluirse
en la tan manoseada definición de lucha de clases, pero no termina
de convencerme. ¿Es una denuncia social? En parte. En un principio,
la historia comienza cual novela picaresca, con una familia tirando
de ingenio para sobrevivir. Les vemos viviendo en un sótano infecto
y cómo se van incorporando mediante diferentes empleos a una casa de
ensueño. Los propietarios viven en la inopia, con problemas que les
agobian pero que ya quisieran para sí los pobres , aunque es
legítimo que a ellos les importe… Sin embargo, el argumento va
girando por derroteros complejos. Combina la comedia negra con el
drama y, de repente, llega el terror.Con él descubrimos que la insolidaridad no es atributo particular de los ricos.
La trama vuelve a dar un
sorprendente giro. Lo que para unos resulta un trastorno que intentan
solventar con una paga extra, desconocedores de lo que pasa fuera de
su limitado mundo, para los otros es una inmensa tragedia.
No obstante, el desencadenante
que convierte en thriller
esta historia es un detalle tan nimio como el sentido del olfato. Los
pobres “huelen”. Y tomar conciencia de ello les humilla de tal
modo que un simple gesto desencadena el caos.
Viendo la película uno se
pregunta quiénes son más parásitos, si los pobres que agudizan su
ingenio para salir del hoyo donde malviven o los ricos, que son
incapaces de realizar las tareas más elementales y requieren de sus
sirvientes para todo.
La
respuesta la dejo a vuestro criterio.
De
todos modos, el encabezamiento de esta reflexión va por otro camino.
Uno que me trajo el recuerdo, mientras veía la cinta, de mi trabajo
en Badajoz. Porque yo también “sufrí” ese olor a pobre; ese
olor que se impregna en la ropa, en el pelo y la piel. Y también
tuve mis reparos y propuse llamar la atención a la persona en
cuestión para que lo suprimiese. Y tuvo que callarme la boca una
compañera porque esa persona, en pleno invierno, no tenía dónde
calentar agua ni tampoco lavadora. Me sorprendió tanto ese grado de
pobreza que sentí una vergüenza sin igual por no haber recapacitado
antes de comentarlo. Y es que, aunque te muevas entre gente con
necesidades básicas , a veces no eres consciente de que existen
diferentes grados, algunos tan agudos que asustan. Y me fui a casa
sintiéndome culpable; de tener cocina, ducha y calentador ,
calefacción y comida en la mesa. Porque el olor del pobre no es
exactamente igual al de la persona que se sube al autobús o te
cruzas por la calle. Es “otro”olor. Y doy gracias porque ellos no
sean conscientes de que lo llevan impregnado, y si lo son, porque no
nos odien a los demás. Porque ese sí que sería motivo de revueltas
populares y no el de las caceroladas.
Me he enterado lo suficiente como para estar loco por verme la peli. Saludos.
ResponderEliminarYa me contarás qué te parece, señor desconocido. Saludos.
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