"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 11 de febrero de 2021

Solo tus ojos

 


Supe que habías llegado por el alboroto en el rellano - ya sabes, la gente de la mudanza -, pero solo tomé conciencia de ti cuando nos topamos en el hueco de la escalera. Tú subías, yo bajaba. Somos pocos vecinos así que no resultó difícil identificarte. Me saludaste con exquisita educación y preguntaste por el presidente de comunidad. Confesé que, en lo que quedaba de año, era yo. Te informé de que compartíamos rellano y, de paso, deslicé mi nombre. Por educación, supongo, me diste el tuyo. Me embrujó la calidez de tu voz, pero en realidad caí rendida por el brillo de tus ojos verdes. Eres moreno, de cabellos cortos. Poco más pude adivinar puesto que ambos íbamos protegidos por la obligatoria mascarilla. Creí percibir cierto atisbo de interés por tu parte, pero tras los saludos de rigor nos despedimos. Días después, necesitaste una llave para instalar la fibra óptica y llamaste a mi puerta. Me pillaste haciendo pilates online y capté la sorpresa en tus ojos al recibirte con mallas ajustadas y un escueto top así que me apresuré a darte explicaciones mientras te entregaba la llave. Te disculpaste y no regresaste hasta unas horas después para devolverlas. Las acompañabas con una diminuta caja de bombones. “Con tu tipo y haciendo pilates, no creo que los consideres inadecuados”, opinaste con una sonrisa que adiviné burlona. Tus ojos chispeaban. Los míos respondieron y agradecí a la mascarilla que ocultara mi rubor.

Desde entonces, hemos intercambiado saludos, información del bloque, del tiempo, e incluso cartas que se confundieron en el buzón.

Con tus apellidos completos te busqué en internet. No frecuentas las redes sociales, pero logré averiguar que dibujas comics. ¡Qué original! Yo escribo y tú dibujas. ¡Qué tándem tan bien avenido podríamos ser! Ambos curramos en casa.

Sé que desvarío, pero te tengo vigilado por mi mirilla digital y ninguna chica acude a tu casa. Tampoco sales demasiado. No sé si por los horarios de la pandemia o porque eres tan hogareño como yo.

El caso es que has empezado a poblar mis fantasías, que le pones cara y cuerpo a mis sueños tórridos. Media cara verdadera, la otra inventada, bien es cierto, porque jamás he visto esa boca que adivino tentadora, aunque considero imposible que no vaya acorde con el resto de tu persona.

Mañana es San Valentín. Catorce de febrero de otro año más que se adivina arrastrado. De futuro incierto, como lo fue el anterior. Pero ansío que sea diferente. Para disimular, he diseñado postales para cada uno de los vecinos y las he dejado en los buzones. Mi intención es hacerte llegar un mensaje a ti, solo a ti: “Que este año, en este día, tus sueños se cumplan. Y que pronto podamos mirarnos a cara descubierta e incluso darnos un abrazo”. Lo he firmado con el número y la letra de mi piso. No quería sonar demasiado audaz.

Si mi deseo se cumple, igual en breve disfrutaré con la visión de tu rostro descubierto. Así de contenida es mi aspiración. Así de latente mi anhelo.

 

 

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