"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 18 de febrero de 2021

III Certamen Cartas de Des/ Amor "Mercedes Gallego"

 

Esta es la imagen ganadora del I concurso de fotografía con el cual innovamos el III certamen. Su autora, la periodista sevillana Déborah Pérez Marrodán. 

A continuación os presento la carta, obra de Lourdes Aso Torralba. Participó con el título "Prosopografía" y por seudónimo, "Fogus". Lourdes es de Jaca, diplomada en enfermería y amante de las letras. Ha obtenido numerosos premios de relatos; en 2007 publicó Boca de agua, en 2009 una novela juvenil, Dragón rojo, y en 2014, Carabina Tigre, para adultos.  

                                                             

                                                               


                                               Excmo. D. Gustavo Adolfo Bécquer

                                               Real Monasterio de Santa María de Veruela

                                                Carretera Veruela - Soria, 122,

                                              Vera de Moncayo, Zaragoza.



        Mi muy estimado D. Gustavo:

Le extrañará a usted que este humilde servidor de Nuestro Señor se tome la molestia de extenderle unas líneas y, por el Altísimo, le confieso que he arrugado decenas de manuscritos (y más que seguirán), hasta que dé con la definitiva forma de revelarle mi angustia, que como comprenderá, además de alejarme de las oraciones, me obliga a repetir nuevamente ante el sacerdote, pues sólo él puede interceder para purgar mis culpas y lograr la absolución. Me refiero a ese cargo de conciencia que me abrasa las carnes pues, a pesar de las muchas horas que pasamos caminando por el claustro de la abadía, mientras usted intentaba recuperarse de las toses, jamás imaginó lo que yo sentía por usted, jamás le revelé mis anhelos y aunque ajusté el cilicio con saña para contener mis impulsos, sus palabras me taladraban las entrañas.

No sé cómo perdió usted algunas de sus rimas. En mi imaginación (pues así me tentó Satanás) creí que era someramente correspondido y que, si usted recitaba para mí con tanta pasión, no era sino porque deseaba hacerme llegar sus sentimientos.

Entenderá que elucubrara sobre lo mundano pues, más allá de los libros sagrados, jamás tuve habilidad para las letras, de allí que disfrutara tanto con usted al descubrir el arte de las rimas y los endecasílabos, el de contar cuarteros y tercetos, el arte de las metáforas y con mis hipérboles y mis hipérbatos, le juro que en mi orden gramatical no había exageración si le digo que me hervía la sangre, que bajo las barbas, mis mejillas ardían de pasión y que bajo los hábitos era gelatina más que dispuesta a probar más allá del manjar de un beso casto de despedida hacia nuestros respectivos aposentos.

 

¿Acaso no había escrito usted en sus rimas que: “¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul, ¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú” tratando de respetar mis sagrados votos del celibato?


Ciertamente su pupila estaba clavada en lo más profundo de mi alma. Me sentí suyo e incluso albergué, ahora lo sé, con una vanidad infinita (imperdonable si cabe), una sensación de que mi compañía ayudaba a sanar sus pulmones y que, aunque el aire de nuestras montañas (regalo de Nuestro Señor) le procuraba gran beneficio, mayor era la disposición de ese corazón deseoso de vivir varios lustros en compañía de este humilde servidor.

Comprenderá mi azoramiento ante tamaña confesión, muy cercana a la excomunión de la vida que conozco, pues más allá de estos muros todo se me antojaba desconocido hasta que llegó usted con su pluma, su presencia y su encanto, como si el mismísimo demonio hiciera tambalear mi ánimo.

Le veo a usted pugnar por meter aire en los pulmones y me digo que a mí también me oprime la pena en las entrañas, de tal forma que volvemos a entrelazar nuestros destinos. “Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón, pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor”. Sé que me ama, aunque sea de una manera mucho más fraternal e inocente que la mía. El silencio que precedió a su intento de despedida me confirmó una vez más mis sospechas. Las lágrimas pujaban por escapar en forma de torrente para aliviar el quebranto de su descompostura. Intuyó, como yo, que no habría más reencuentros y que ese abrazo sería el único que nos acompañaría en la memoria por el resto de nuestros días. Entonces, mi muy estimado D. Gustavo, fui demasiado egoísta y quise guardarme una parte de usted. Un millón de veces han asaltado mis pupilas: “Llevadme, por piedad, a donde el vértigo con la razón me arranque la memoria. ¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme con mi dolor a solas!hasta que he comprendido que sus rimas han de volver de nuevo a usted, que fueron instantes que debo arrancarme de la memoria y, que como usted bien dijo, he de quedarme con mi dolor a solas. Esa es la penitencia que acaba de imponerme mi confesor, colocar cada uno de sus versos, de sus rimas y con un encabalgamiento suave, despersonificar lo que obnubiló mi mente.

Ruego me perdone usted si mi sinceridad lo ha incomodado. Sirva esta tamaña prosopografía como humilde muestra de arrepentimiento. Le deseo que Nuestro Señor le conceda larga vida y la posibilidad de que sus versos sean leídos por ojos nobles.

Por la sagrada regla benedictina le juro que jamás volveré a importunarle. Atentamente suyo.


                                                   Veruela, a once de noviembre de 1.864

                                                             Fray Benito Darío Amiwru




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