"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 17 de febrero de 2022

CARTA GANADORA IV CERTAMEN

 

En primer lugar, gracias a los 125 participantes . Vuestros trabajos han sido espléndidos. En segundo, felicitar a Isabel García Rodríguez por su maravillosa  "Felicidades Marina", que se ha alzado con el galardón. 


                                                                                                 

“Felicidades, Marina. Deseo que pases un día muy feliz, rodeada de los tuyos y ¡que recibas muchos regalos!” Eso es lo que te escribiré. Aunque podría no decirte nada, creo que no sería apropiado. Pero detrás de este mensaje, en la cara oculta de mi luna vacía, está grabado todo lo que te diría. Te diría que este año ha sido una cuesta de enero casi eterna, sin ofertas en sonrisas, ni rebajas en ilusión. Al principio, me daba igual café que agua, pijama que corbata, negro que arcoíris. Dejé de distinguir martes de sábados, flores de ambientadores, áticos de alcantarillas. El invierno llegó en junio y lo peor era el sol. Fuera, un día radiante y dentro, lloviendo. 

Te contaría que me sumergí en nuestros recuerdos, como cuando buceamos en el Pacífico; pero esta vez en guerra y solo, ante la inmensidad azul oscuro, casi negro, que dejó tu hueco en el sofá. Que me tiroteé volviéndote a escuchar reír en el fotomatón, cantar en el río, gritar en el balcón. Que me inmolé recordando hasta la marca del vestido que llevabas el día en el que me dijiste adiós en el portal. La tarde en la que el reloj de nuestra historia se paró y pasado, presente y
futuro se convirtieron en los tres tiempos del vals que dejamos de bailar.
Te explicaría que los sueños son los grandes enemigos, el preestreno del mal cuerpo que se queda al despertar. Y que ni brujas, ni chamanes, ni videntes podrían predecir si mañana sería un buen día o si mi madre volvería a preguntarme “¿cómo estás?” y, otra vez, no sabría mentir.
Te hablaría del día en que fui a tu casa pero no pude bajarme del coche. Pedí chino y cené viendo una película de la que olvidé el argumento. Empecé a fumar para que se fuese tu olor. Pero vino más fuerte, entre vino y vino, cuando el cartero, ajeno a que este ya no era tu hogar, trajo un sobre para ti.
Te contaría que agosto en la playa no fue fácil porque el mar se esconde en tu nombre, las olas me devolvían a la tierra sin ti y en las sirenas, te reconocía. Pero que abracé algunos momentos salvavidas que, supongo, me mantuvieron a flote.
Te contaría que conocí a la nueva del trabajo al volver de vacaciones. Y a la amiga de una amiga en octubre. Y a la del viaje a Praga en Navidad. Te explicaría que todas esas noches fueron el velatorio borroso del funeral del día siguiente, cuando al despertar, ella no eras tú. 

Que casi consiguieron que olvidase tu cara, pero está impresa en la esquela del periódico que me dejan en el felpudo todas las mañanas.
Te hablaría del ángel que me enseñó a jugar al ajedrez y de que entendí que, a veces, la partida acaba en tablas. De que el enigma del Cluedo es si yo también te maté a ti y de que en el Risk, estás perdido si ya no quieres conquistar más continentes.
Te diría que redecoré la casa, pero la alfombra me hablaba de tu piel, el albornoz no entendía por qué ahora se secaba solo y la nevera me recordaba que, en esta cocina, antes  se cantaba.
Te contaría que un día, por error, cogí el metro en dirección contraria y acabé en la estación del ¿qué hago aquí?, ¿de dónde vengo? y ¿a dónde voy? Caminé por aceras que nunca antes había pisado y fui de expedición a nuevos sitios a los que volvería con alguien que ya no serías tú.
Te explicaría que me esforcé, no sabes lo que me esforcé. Escondí tus besos en un cajón y tiré la llave al cráter de un volcán. Y, poco a poco, volví a ver en 3D, a escuchar la banda sonora del tráfico de Madrid y a acariciar los atardeceres que ahora son solo míos.
Te diría que he vuelto a pintar y pinto cuerpos que cada vez se parecen menos al tuyo. Y que cuando toco la guitarra, los acordes ya no me susurran lo que quizás estés haciendo.
Te contaría que el otro día me reí con un chiste de color verde esperanza y que las arrugas de mi cara empiezan a ser inmunes a tu voz. Que hace poco lloré. Lloré por algo que no tenía nada que ver contigo. Te diría que fue entonces cuando entendí que ya no orbito en torno a ti.
Pero no te lo voy a decir. 

“Felicidades, Marina”.

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