Llevo unos días con dimes y diretes a causa de la tal María Pombo y, al final me voy a retratar, aunque ya imagino que mi opinión os importa un pimiento. Para empezar, no sabía quién era esa chica ( no estoy entre sus tres millones y pico de seguidores, que ya me gustaría tener yo, a qué mentir); una de mis sobrinas me sacó de la ignorancia y me hizo recapacitar porque es cierto que, muchas veces, caemos en lo de criticar sin conocer los orígenes. Parece que todo se desencadenó a partir de enseñar una estantería en la que no había libros y de ahí se dedujo que no leía; que no es lectora se deduce, pero tampoco vamos a matarla por eso. Lo dice una adicta a los libros, o sea, yo. Imagino que tengo coartada para «defenderla».
Durante cinco años vendí libros y de ahí saqué dos conclusiones: «la gente no compra lo que lee» y « tener una carrera no demuestra que seas inteligente». Los tres primeros años vendí puerta a puerta, con un catálogo variado, desde la biblia hasta un curso de inglés, pasando por todo tipo de colecciones. Pues bien, tuve clientes que me pedían las medidas de los libros para comprobar que les encajara en sus estanterías, elegían por el color de las portadas, se interesaban por el «regalo» que los acompañaba. No eran todos, faltaría más; hubo quién se interesó por el contenido y me devolvió la fe en el ser humano; pero no fueron tantos.
Entonces, tener libros en casa era símbolo de cierto estatus cultural, pese a que siempre hubo gente que prefirió usar las bibliotecas, lo cual desmentía esa imagen. Ahora la cosa se ha puesto más complicada, basta tener un libro electrónico para llevar la biblioteca contigo. Bien es cierto que, a los lectores más empecinados nos resulta imposible no combinarlo con el papel, pero de todo hay en la viña del lector.
Para mí, no leer es inimaginable; en ocasiones me olvido de escribir porque considero que las historias ajenas son más interesantes que las mías. Admito que mi modo de vida me permite leer a cualquier hora, lo cual redunda en convertir un pasatiempo en una adicción. No leo para competir con nadie, lo hago porque siento la necesidad de aprender de las historias en las que me sumerjo, de identificarme con los personajes y sus situaciones, de entrar de lleno en universos que jamás pisaré, de documentarme sobre épocas pasadas, de disfrutar con la imaginación. No leo para hacer listas a final de año, como reprochan algunos; lo hago para compartir experiencias con la persona que lo escribió y después, por supuesto, dar mi opinión al respecto. Alterno todo tipo de géneros y ello engrandece mi conocimiento, me hace más sabia, más respetuosa, más crítica. Por eso leo.
¿Qué hay gente que no lee? Pues sí, la hay. Alguna conozco.
No voy a juzgar a esas personas porque si están en mi círculo es porque les caracteriza algo que considero más importante: la curiosidad. A quienes les interesa algún tema y se preocupan de informarse, por el medio que sea, que ahora hay muchos, y pueden explicarte esos conocimientos adquiridos y muestran pasión por ello, me cautivan. Me gusta enamorarme de la gente que sabe, da igual el contenido; si me permite aprender, la acepto en mi zona de confort.
El noventa por ciento de mis amigos lee; intercambiamos libros como quien comparte tesoros( que lo son), echamos horas comentándolos y nos florecen las sonrisas en las librerías y bibliotecas.
Si no experimentas esas sensaciones, lo siento por ti, amigo/a. Pero seguro que tienes otras querencias. Disfrútalas también.
PD: Acabo de terminar el delicioso libro de Joel Dicker, "La muy catastrófica visita al zoo" en el que comenta: "Reconciliar a las personas entre sí, permitir que se conozcan, que se reencuentren. Eso es lo que puede hacer la literatura". Amén.

Me encanta tu artículo Mercedes. Y sobretodo me gusta el guiño que le haces a los informados y a los curiosos. Cada cual a lo suyo, pero eso sí, ampliando conocimientos y disfrutando siempre. Te dejo ya que tendrás que leer. A mí me toca esta tarde cantar. Abrazos.
ResponderEliminarA mí también me encanta tu artículo y tampoco sé quién es María Pombo, pero lo miraré. En mi caso lo que me sorprende es cuando alguien me manifiesta que no le gusta leer, suelo indagar con la persona la conozca o no porque me pica la curiosidad de entenderlo y a veces consigo despertar también su curiosidad. Qué libro mas chulo y divertido el de " La visita al zoo".Muy recomendable. Hay otro que no sé si leíste " El proyecto esposa" , no recuerdo ahora el autor. Besos. Isa
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