"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 11 de mayo de 2017

"El mercadillo"


Me acerqué, atraída por la belleza del conjunto. Aparqué mi auto a un lado del arcén y bajé a mirar. Sólo una viejecita meciéndose en su mecedora bajo un álamo guardaba semejantes tesoros. Me regodeé acariciando el farol, la cafetera, el botellón de vidrio verde, la caja con forma de corazón...Ella me sonreía tras una enigmática mirada, analizándome quizá, preguntándose si yo sería digna de llevarme alguno de sus recuerdos.
Intrigada le pregunté por los cupcakes y me invitó con un gesto a tomar uno. ¡Estaba delicioso! Me ofrecí a comprar unos cuantos y negó, divertida. Con el ceño fruncido inquirí si algo de aquello estaba a la venta y, para mi sorpresa, negó con un ademán. Querría el farol, insistí. ¡Ella asintió! Perpleja lancé una cifra al azar y finalmente pude escuchar su voz cascada: Llevátelo. Sabrás cuidarlo y él iluminará tus noches como hizo con las mías. No supe cómo actuar. Estaba tan asombrada con la situación que me quedé absorta.
De repente, unos faros iluminaron la carretera y miré en su dirección. Cuando volví mi interés al pequeño claro grité de zozobra: el mercadillo no estaba; sin embargo, el farol descansaba junto a mi pierna. Lo tomé en mis brazos y corrí al coche.
Mientras desaparecía tras la curva me pareció que los arboles se mecían misteriosos, cantando alguna extraña melodía. Diría que lo había soñado...pero el farol en el asiento del copiloto me decía que había sido real.

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