"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 14 de septiembre de 2017

Cara y cruz


Tengo una suerte negra. Estaba tan tranquila en casa, con la comida y la cenita organizada, liada con mis cosas, cuando recibo un mensaje de mi amiga Julia: «Mis hijos me han dejado tirada a mediodía. Me voy con Miguel a picar algo ¿ te apuntas? » Y yo, pues claro, me apunto. De paso, no cocino mañana, que con los calores del verano lo llevo fatal. Me acuerdo del sitio espectacular que descubrí el otro día y le digo «en tal a las dos y media». Llego la primera y descubro, pasmada, que sólo hay postes de toldos y persianas bajadas. En toda la plaza, un solo local abierto. Cruzo los dedos y allá que me largo, esperando pillar mesa...Y la pillo. Para bien o para mal, la pillo. Cuando llegan mis amigos estoy bebiendo tinto de verano y sudando desde la nuca al culo. Empapada, vamos. El interior hasta los topes. Con aire acondicionado, faltaría más. Discutimos si quedarnos o largarnos a casa y Julia dice que nanai, que ya que se ha arreglado, ella está muerta de hambre y aguanta. Pedimos ronda de bebidas. Esperamos. Las mesas de alrededor van quedando vacías. Normal, el calor abrasa. Rogamos por los ventiladores muertos de asco en una esquina y cede la chica en ponérnoslo, eso sí con cara de ogro. Suplicamos la bebida y nos da un alegrón «Dentro se queda una mesa libre» La asaltamos y nos traen las cervezas. Pedimos unas tapitas y una ración para compartir. La tele a toda pastilla, aunque nadie la atiende; esa jodida manía de los bares. Nos entra la risa tonta; « con la mugre de la mesa, a la cocina ni asomarse» «la camarera sigue missing» «están sirviendo a esos que ya estaban cuando llegamos; igual nos toca» Y nos toca. Hora y media después de haber llegado. Cuando traen la cuenta que si queremos chupito. ¿Chupito? ¡Son las cinco de la tarde, lo que queremos es la siesta que nos han robado! Pagamos sin dejar propina ni dar las buenas tardes; en plan groseros, cierto, pero vamos, es que el servicio ha sido de dejar comentarios en internet. Juro que a mí esta gente no me ve más el pelo.


¡Estoy hasta las...! Al imbécil de mi jefe se le ha ocurrido abrir hoy, después de un extenuante puente de la Virgen, que anoche recogimos a las dos y media, y hoy a las doce estaba a pie de calle, con el delantal y el maldito uniforme negro que me asfixia de calor. La plaza entera está vacía y somos la única oferta para que a medio barrio se le ocurra salir un miércoles a comer fuera. Todos con prisas. Con sus consumiciones delante, sus vacaciones, sus risas...y yo aquí como una imbécil intentando poner buena cara mientras suelto «de eso no nos queda» , porque claro, con una cocinera sola en la cocina y conmigo haciendo de pinche cuando estamos menos liados, mi jefe piensa que sobra, pero no sobra, que la gente pone el gesto desabrido y termina con irónicos «pues tú nos dirás qué os queda» o «bueno está, nos aguantaremos», que de todo hay entre la clientela. Para remate, me llegan tres y dale con el calor, que les ponga el ventilador.¡Con él les daba en la cabeza! Pesa un huevo y el tío ni se ofrece a ayudar. Encima, me avisan de barra que queda una mesa libre y se la ofrezco. Ven el cielo abierto, a ver, pero ni las gracias dan. Les sirvo como puedo y me ponen a cien con sus miraditas de «ya te vale». ¿Ya te vale, capullos? Mientras ellos se ríen, sirvo mesas, pelo patatas,friego vasos, reparto cuentas...Intento ser amable y les ofrezco un chupito al final. ¡Menos mal que no han querido!¡ 41 con 10 y hasta los diez me han dado! 


Este relato lo he escrito para la revista digital 20 minutos.No es incompatible que lo comparta en mi blog así que ahí os lo regalo. (Basado en un hecho real, que se dice) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario