Me zambullo en el fondo de tus
ojos
para hallar la paz que anhelo.
Me retraes a los años
infantiles,
cuando los problemas se
desvanecían
al traducir mis delirios en
palabras,
y escuchaba tu risa,
que censuraba mi angustia con
ternura.
Me calmas.
Me devuelves a un pasado de
sabanas tendidas
y plantas recién regadas,
a un patio de verano,
a susurros en la siesta,
a bromas nocturnas con las
vecinas
sentadas en torno al umbral.
Me retornas a charlas en la
camilla
al calor del brasero,
a confidencias de amor,
tuyas y mías;
a confesiones de adultas,
de madre e hija.
Miro tu imagen y no te has ido.
¡Calaste tan hondo que no me
faltas!
"A mi madre, siempre"
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