No estaba planeado. Aquello había empezado como un juego para superar la etapa de aburrimiento que llevaban Ethan y ella. Con la tontería de que parecía japonesa por sus ojos rasgados, se disfrazó de geisha con un kimono de Shein y se recogió el pelo con peinetas de carey de guardaba de su abuela. Se cruzó unos palillos del chino en el moño y ya estaba, disfraz conseguido. Ethan se tumbó en la alfombra como dios los trajo al mundo y estuvieron practicando posiciones que les llevaron al orgasmo una y otra vez. Pero al final se empeñó en probar la hipoxifilia. Cogió una de sus corbatas, se la ató al cuello y le pidió que tirara de un extremo mientras lo hacían. Todo fue bien hasta que ella se excitó tanto que dejó de pensar en él y tiró más de la cuenta. No vio su cara, ni notó sus brazos, apretándole con fuerza primero y lánguidamente después… Cuando quiso besarlo en agradecimiento por el éxtasis total, se topó con sus ojos claros abiertos como los de un besugo y su piel amoratada.
Se levantó, noqueada. Y ahora ¿qué? ¿Cómo le explicaba a su familia que aquello había sido un accidente, que había ahogado a su niño mimado en el calor del sexo?
Aterrorizada, se quitó la parafernalia de encima, volvió a vestirse y dejó un billete de 500 euros que sacó de la cartera de él con los palillos, que no olvidó guardar en la bolsa para tirar a un contenedor alejado, y salió de la casa sin cerrar con llave.
Volvería en un rato, después de crearse coartada en cualquier bar y llamaría a la policía. Mejor pasar por cornuda que por viciosa y asesina.

Ok, les echaré un vistazo. Gracias.
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