En un día como hoy, 8 de
marzo, en el que las mujeres nos manifestamos celebrando los éxitos
sociales y laborales obtenidos y reivindicamos los que nos quedan por
conseguir, que son bastantes, sobre todo de libertad efectiva, quiero
contar una noticia que leí hace unas semanas y me dejó perpleja.
Se
han puesto de moda en las redes sociales, según parece, un tipo de
mujeres que se definen a sí mismas como «Stay at Home Girlfriend».
Hay una tal Helen, de
25 años, tendencia en TikTok por mostrar su rutina del día a día
mientras su novio va a trabajar. Acumula
más de 165 millones de visualizaciones.
¡Por
enseñar
cómo mantiene la casa impoluta
y se
cuida a sí misma como
si fuera una
Barbie!
No
lloro porque...bueno, no sé por qué, pero que personas así estén
ganándose la vida, porque a la hora de la verdad lo hacen,
promocionando artículos de casa y belleza, defendiendo lo guay que
es «ser una mantenida», pues la verdad...¿Años de lucha para
esto? Mujeres golpeadas, encarceladas, subyugadas...¿para que ahora
nos vendan al tipo de mujer «en casa y con la pata quebrada»?
Joder, qué fuerte.
Un
estudio de la Universidad de Stanford
sobre el comportamiento de los usuarios en redes, publicado en 2021,
concluyó que el contenido que más se viraliza, es decir, el que se
vuelve tendencia, es
el que viola los valores culturales de las personas.
Debemos de
tener un punto imbécil
las mujeres, sí, para permitir que ese tipo de publicidad se instale
en nuestras
cabezas
y nos sintamos más felices sin currar fuera de
casa ( porque dentro sí
lo hacen) y dando
más importancia a la estética de nuestro físico que a la
superior satisfacción
personal de ganarse
las lentejas una
misma, con el sudor de nuestra
frente y sin
agobiarnos por
si somos
guapas
o feas,
delgadas
o gordas.
¡Menudo
mensaje de sororidad para la juventud!
Mientras
mujeres de mi generación mantenemos viva la inquietud por un mundo
sin machismo, sin violencia de género, sin estereotipos, hay otras
que optan por la «idílica» vida de un ama de casa, como las de las
películas americanas de los años 50, que no son sino una falsa
fachada que solo puede hacer felices a los hombres; a ciertos
hombres, perdón.
Nos
pillan a destiempo y sin ser duchas en el manejo de las redes, pero
de verdad, algo tendremos que hacer. Callar ante semejante disparate
es
abrir las puertas al antiguo machismo, ese que ciertas tendencias
políticas consideran «lógico
y sensato».
Y
luego se preguntan para qué nos manifestamos el 8 de marzo...