La
ciudad de Alcántara, en Cáceres, ha sido testigo, durante el fin de
semana del 18 al 20 de octubre, de un histórico encuentro.
Escritores/as
de ambas provincias extremeñas nos hemos reunido para rendir
homenaje a la gloriosa creación de la AEEX; gloriosa y algo loca,
por parte de unos excéntricos — según opiniones «sesudas» de la
época —autores de diferentes géneros literarios que, tras
redactar un manifiesto palmario, fueron el germen de la actual
asociación. Son algunos de sus nombres: Julián Rodríguez, Angel
Campos, Pureza Canelo o Santiago Castelo.
Me
encantó conocer que la asociación nació de un grupo de
irreverentes, de personas con capacidad para enfrentarse a las normas
establecidas, para defender la libertad
en la
cultura, sin colores, sin obligaciones, con ganas de comerse el mundo
neutro
en que vivían y crear uno absolutamente libre. Para mí, la emoción
de escribir y que los demás disfruten de mis letras es lo único que
tiene sentido en este oficio; comprobar que lo mismo opinaron esas celebridades, me llena de orgullo.
Es imprescindible reconocer, además, la labor de la Editora Regional, íntimamente
ligada a los miembros y al trabajo de la AEEX. Muchísimas obras han
llegado al gran público gracias a su tarea divulgativa.
Se
ha tratado el asunto de la continuidad literaria de nuestra
comunidad, pero no encuentro motivo para la duda. Hay numerosos
ejemplos de gente joven y menos joven dispuesta a mantener alto el
prestigio de las letras extremeñas; quizá no con la solemnidad que
ahora ostentan y defienden ciertos miembros, sino con la creatividad
que los nuevos tiempos impulsan. No podemos estar ciegos a las
innovadoras formas de comunicación que se van introduciendo; lo
importante es que tengan un sello de calidad. Considero que, del
mismo modo que las letras de un cantautor pueden ser poesía, también
podemos considerar las de un rapero: una poesía urbana, parecida a
la de denuncia social, aunque cambien las formas.¿Dónde está la
diferencia?
El
tiempo irá dando o no la razón a estas ideas.
Ha
sido impactante reunirnos en una localidad que, en tiempos pasados,
albergó tres culturas (árabe, judía y cristiana), como nos cuenta
Frank Baer en su interesante novela El puente de Alcántara; siglos
después hemos convivido autores que cultivamos los tres géneros
literarios: narrativa, lírica y dramaturgia. Estoy convencida de
que, en nuestra obra, hay un poso de lo que esas culturas nos dejaron
en herencia.
Para
finalizar, como guinda de un pastel, «degustamos» la presencia y la
música de un poeta que concentra en sus canciones el amor por la
tierra y los valores eternos: Luis Pastor. Nadie como él para colmar
de belleza un congreso literario.
Poco
más se puede decir, dejando a un lado el placer de conocer
compañeros/as del gremio, compartir copas y risas y disfrutar de un
ambiente cargado de ilusión de futuro.
No
hay edad para las letras. Extremadura seguirá manteniendo alto el
pabellón. Ya lo dice Luis en sus Memorias en verso:
...conmigo
firmé un contrato
llamado
«Fidelidad»,
sigo
fiel y así será,
hasta
que muera mi canto.