"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 26 de mayo de 2016

"Cine para disfrutar"


Este fin de semana he estado de enhorabuena a la hora de escoger películas.
Lo curioso es que han tenido un delicioso toque “francés”. Una comedia romántica, boba pero entretenida,”El amor está en el aire” - que deja meridianamente claro eso de que no todo es lo que parece” - ; “La familia Bélier”, de la que trataré más adelante y “La llave de Sarah” , una estremecedora historia más con el holocausto de fondo y muy formativa para los propios franceses ya que evidencia el papel que desempeñaron por sí mismos en el exterminio de los judíos de su país sin que mediaran los nazis.
No es bueno olvidar la Historia. Y lo mismo que en España tuvimos fascistas, Francia los tuvo a lo grande. Que pregunten sino por la sede de Carlingue, en el 93 de la Rue Lauriston. Supe de esto investigando para mi novela “Saudade” , como también supe de la redada que llevó a casi 13.000 judíos de todas las edades a ser encerrados en el velódromo de invierno de París, secuencia con la que arranca la película. Aunque no soy especialmente “pro judía” ( tampoco soy anti; sólo anti gobiernos) creo que hay momentos de la Historia que no podemos olvidar, para ser conscientes de cuan crueles podemos resultar con nuestros ataques o peor si cabe, con nuestra indiferencia ( Aquí estamos, dejando en el limbo a los refugiados sirios y de otros rincones del mundo mientras disfrutamos de nuestra “zona de confort”)
Mis disculpas. No pretendía ser melodramática al empezar esta reflexión. Por el contrario,deseaba transmitir la vitalidad de “La familia Bélier” y destacar, por encima de todo, su maravillosa banda sonora. Nos presenta la vida de una familia donde los padres y el hijo pequeño son sordomudos y sólo la hija mayor es “normal”. Normal tanto sensorialmente como en sus dilemas de adolescente. La chavala tiene problemas de sobrepeso, está enamorada de un chico que pasa de ella, se encarga de todas las tareas que necesitan poner voz para solucionar la gestión de la vaquería de sus padres, es impopular en el instituto..hasta que el profesor de música descubre que posee una voz prodigiosa.
Cantar como un ángel y que tu propia familia no pueda alcanzar a disfrutarlo es frustrante, claro...Sin embargo, ella encuentra el modo; de cumplir sus sueños y de lograr que su familia “la escuche”. Ese “Je vole” del final es sublime. (Lloré a moco tendido, aunque en mí sea de lo más corriente)
Por otro lado, retrata el mundo de los sordomudos, de los supuestos inadaptados al sistema, transmitiendo una normalidad absoluta; de una comunidad en la que un hombre con semejante minusvalía pretende presentarse a alcalde y nadie lo ve imposible, porque en realidad lo que nos impide tasar el valor de las personas es no conocerlas; cuando estás en el día a día con ellos aprendes que tienen una carencia pero la suplen fortaleciendo otra y que pueden ser tan válidos o más como los que tenemos los sentidos completos.
Es una hermosa película , insisto, de valores y de engrandecimiento del ser humano. De las que te ayudan a llegar a la cama con una sonrisa.
¡Y no me digáis que hoy día no andamos necesitados de eso!

jueves, 19 de mayo de 2016

"Mi primera feria"



Ha sido una sensación extraña la de participar en una feria del libro. Por un lado me he sentido terriblemente insignificante, entre tanto famoso pululando por allí, con largas colas para firmar ejemplares (diantres, fui a coincidir con una presentadora que  conocía hasta el gato - menos yo, porque apenas veo la tele ) Pero  por otro, me sentí orgullosa de ver dónde había llegado. Hablé en la misma carpa que esos famosos,  fui presentada por un  importante personaje cultural de la ciudad, me arroparon mis amigos y conocidos...Y mis libros están expuestos en esas casetas  en las que tantas veces me he demorado  para hojear y comprar, o simplemente para admirar la maravilla de un libro impreso. Es fascinante la variedad de textos que se pueden encontrar, en temáticas, en  presentaciones, en géneros...Admiré los nuevos cuentos, los comics, las bellísimas portadas...Es difícil sustraerse a la belleza de un libro bonito. Es maravilloso oler sus páginas... Ojala jamás desaparezca esa magia por mucho que leamos en electrónico, que no se pierda el anhelo por comprar un libro.

jueves, 12 de mayo de 2016

Microrrelato: Agua en las botas.


Regresaba del trabajo en uno de esos malditos días en los que la lluvia lo había empapado todo, erizando mi pelo y convirtiendo el asfalto en un caos de claxons y frenazos. Pasé de aguardar bajo la marquesina a que pasara un autobús ; dejé el auto en el parking y caminé...Caminé como una estúpida, desafiante la mirada, sin paraguas, protegida solo por las botas de goma rojas y el impermeable. ¿No era primavera? ¡Pues a disfrutar de la primavera!
Estaba calada y, sin embargo, que un conductor desconsiderado me lanzara un trallazo de agua sucia a mi regazo, desencadenó la locura. Abrí la boca, le grité una bordería y después...me puse a saltar en mitad de la acera, salpicando a todo el que se atrevió a cruzarse en mi camino.
Y, de golpe, lo tuve delante: un ejecutivo con traje y corbata; portando maletín y zapatos de marca, clavó sus oscuros ojos en los míos, sonrió como un niño travieso..y sin palabras, me retó a mojarlo. Enarqué una ceja, solté una carcajada y...el primer roción le golpeó de lleno en su impecable pechera blanca.
Después...Ah, perdón...que esto es un microrrelato.



 <a rel="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/"><img alt="Licencia de Creative Commons" style="border-width:0" src="https://i.creativecommons.org/l/by-nc-nd/4.0/88x31.png" /></a><br /><span xmlns:dct="http://purl.org/dc/terms/" href="http://purl.org/dc/dcmitype/Text" property="dct:title" rel="dct:type">Agua en las botas</span> by <a xmlns:cc="http://creativecommons.org/ns#" href="https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=8027389317602225079#editor/target=post;post" property="cc:attributionName" rel="cc:attributionURL">Mercedes Gallego</a> is licensed under a <a rel="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/">Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License</a>.

jueves, 5 de mayo de 2016

Semblanza al día de la madre"





Como ya sabéis quienes me seguís en facebook, el pasado domingo participé de la celebración especial  al día de la madre del grupo de folclore de mi pueblo,Don Benito. Me pidieron que escribiera  la semblanza este año y lógicamente acepté con todo el orgullo del mundo.
Aquí os reproduzco lo que leí, recibiendo elogios emocionados de muchos paisanos de cierta edad  que se sintieron identificados con  mis recuerdos.Más emocionada me sentí yo cuando me regalaron, no sólo flores, sino una encina de plata con la placa que rememora el evento. Un millón de gracias, Caramanchos.

 
Buenas noches.
En primer lugar quiero dar las gracias al “Grupo de promoción de folclore Caramancho" la oportunidad de compartir esta celebración con todos ustedes.
Como mujer nacida en esta villa he tenido cientos de ocasiones para disfrutar con su música y sus bailes y aunque es manifiesta mi torpeza para la danza folclórica algún que otro intento hice en mi juventud por aprender algún número..., sin acierto, lo admito.
Muchos de sus miembros han sido amigos y me alegra descubrir en estos días que la tradición sigue viva en nuevas generaciones, que hay Caramancho para rato, porque sería difícil entender la vida cultural de Don benito sin las actividades de dicha agrupación.
Llevo más de veinte años viviendo en Badajoz capital y sin embargo soy incapaz de distinguir con cuantos grupos folclóricos cuenta. Pero si alguien me pregunta cómo se llama el de mi pueblo me sale sin pensar. Hay cosas que se llevan en la sangre por mucho que te ausentes, como usar “cadacé”, “sopilacia” o “bayunco” aunque los demás te miren como si fueras extraterrestre.
Pero a lo que vamos, que me estoy saliendo por la tangente, si he venido ante ustedes hoy es para hacer – o intentarlo – una semblanza sobre la madre.
Me lo propuso Genari y le respondí que era un honor; entonces no sabía que las otras semblanzas las habían escrito algunos de los más ilustres hijos de Don benito lo cual ahora me pone el alma en vilo, pero espero contar con vuestra benevolencia, y lo que es mejor, con la iluminación de mi madre.
Cuando planeé leeros esto, pensé en la figura de mi madre, Brígida, mujer maravillosa para los que tuvimos la suerte de compartir su vida, pero más tarde, mientras tomaba mis notas, recordé una semblanza que realicé hace unos años sobre mujeres de carne hueso, desconocidas en su inmensa mayoría pero que merecían ser recordadas por su buen hacer; entre ellas escogí, como no podía ser menos, a mi madre y a mi abuela paterna. Y como esto va de madres, y mi abuela vaya si lo fue, quiero incluirla en mi recuerdo.
Mi abuela Carmen no era gran cosa, bajita y de ojos claros , pero con un carácter de mil demonios. Su tenacidad la llevó a mantener un matrimonio con seis hijos y un marido enfermo de corazón durante once años. Cuando mi abuelo Fernando murió, acogió huéspedes en su casa para dar de comer a su prole y abrió una taberna a la que asistían los parroquianos de puro limpia que era, y no por el carácter de la tabernera que resultaba agrio a más no poder. Decían de ella que se arremetía la falda entre las piernas y decía Aquí no hace falta ningún hombre para defender mi honra, conmigo me basto y sobro. Y vive Dios, que jamás tuvo mala fama en el pueblo por mucho que los señoritos y trabajadores se tomaran allí su chato de vino.
Razones tenía la mujer para su falta de humor ya que aparte de perder a su marido fue dejando por el camino al resto de sus hijos hasta quedarse sólo con el pequeño de cinco años. Las hijas que más le duraron contaban trece y siete años y de haber tenido antibióticos se hubieran salvado, pero hablamos del año 40, en una España donde tal adelanto no existía. Sobrellevar ese dolor, mantener su casa y las de algunas de sus hermanas que tampoco tuvieron mejor fortuna, la convirtió en una mujer que lo mismo servía para un roto que para un descosío. Me consta que hacía de cocinera y de enfermera con la misma precisión; la gente acudía a ella cuando necesitaba un plato de comida o cuando se presentaba un parto o una herida que coser. Participó en el negocio de su familia a través de su hijo, quien sólo levantaba un palmo del suelo cuando se inició en el oficio. Y cuando se murió a los 81 años seguía manteniendo ese carácter indómito que le hacía insultar a sus nietas si las veía fumar o llevar pantalones demasiado cortos porque se le hacían cuesta arriba los adelantos de la época.
La otra mujer , mi madre, procedía de un entorno bien distinto. De padre aperador ( hacedor de carros y ruedas), el mejor de Don Benito al decir de sus clientes, y de madre con tierras, estudió en un colegio para señoritas hasta los quince años; sin embargo, le tocó padecer la pena de perder a su único hermano varón que sólo tenía veintiuno a los tres años de haber perdido a su madre de tuberculosis.
La juventud se le fue en lutos, y entremedio conoció a dos hombres que le tocaron el corazón pero no llegaron más lejos. Sí lo hizo Manuel “el calderero”, quien juró y perjuró que no se casaría con otra mujer que no fuera la Brígida, aunque su madre, aterrorizada por haber perdido tantos miembros de su familia y viendo que la otra casa no iba por mejor camino, se negaba a aceptarla. No obstante, venció la tenacidad de Manuel y el romanticismo de Brígida y ambos lograron contraer matrimonio . A partir de ese momento, mudó su vida de señorita arruinada ( ya que los caudales se le fueron a su padre con el cambio de moneda de la República y los intentos que el hombre hizo por recuperar a mi abuela Mercedes de la enfermedad que se la llevó) a esposa de trabajador y nuera de posadera. Excepto cocinar, le tocó de todo. Lidiar con huéspedes, parir cinco hijos, perder a su padre y a su hermana también por enfermedad, y soportar una suegra que jamás tuvo unas palabras de aliento para ella excepto en el momento de su muerte.
Atrás quedaron sus sueños de estudiar, su pasión por la astronomía, sus ansias de conocer otras culturas...Se adaptó al mundo que le tocó vivir y procuró que sus hijos mantuvieran la mente abierta, que fueran valientes y disfrutaran de un mundo nuevo y diferente al que ella no pudo acceder...Con todo, su imaginación siguió latente, sus ganas de aprender, que la llevaron a devorar libros – incluso los míos - a perderse en el mundo de los números que encontraba apasionante , a realizar labores con una destreza que asombraba a quien la viera y que siempre se ofreció a enseñar cargada de paciencia...Esa mujer era mi madre. La mejor amiga, la mejor vecina, la mejor confidente...
Cuando cumplió 80 años le escribí un cuento que titulé “La peladora de patatas” porque era una imagen habitual en ella, sentada a la entrada del patio, con el barreño, el cuchillo y las patatas...Dispuesta a poner una sonrisa en las bocas de sus hijos y a estimular sus jugos gástricos ¡Qué obsesión la de la comida! Supongo que las que sois madres la tenéis también. “Come”. “No te acuestes sin cenar”. “ Desayuna antes de irte...” En el pasado escuchaba esas frases con fastidio; ahora lo hago con nostalgia. Las escucho en mi cabeza y sigo hablando con mi madre, por mucho que se empeñara en pasar a otra dimensión, y en ocasiones le digo “¿Y hoy, mami, ¿qué ponemos para comer?”
¡Qué añoranza! Para aquellos que aún disfrutáis de vuestra madre sólo puedo deciros que la miméis mucho, que aunque aburra a veces, que aunque se ponga pesada, incluso aunque os castigue...dedicadle un rato de vuestro tiempo, hacedle una caricia que los besos son gratis, no dudéis en decir “Te quiero”... porque una madre lo soporta todo, lo sufre todo, pero no hay imagen más gloriosa que la de ver su sonrisa cuando un hijo la colma de abrazos y le corresponde al cariño.
Los chicos pensad que nadie os perdonará tantos desplantes como lo hace ella, y las chicas, recordad que quizá algún día también sepáis lo que es saborear la mirada de un hijo. Por si acaso, alarga la cara y dale un beso a la tuya si la tienes al lado. Yo, desde aquí, estoy vislumbrando la sonrisa satisfecha de mi madre, su dulzura envolviéndome al completo.
Y, por cierto, me acaba de decir que la fiesta debe continuar. Con vosotros, Caramanchos. Con los hijos y las madres.
Finalizo simplemente diciendo una frase que escuché en algún sitio “ Las huellas de las personas que caminan juntas nunca se borran” Las de una madre son indelebles. Nos acompañan siempre, desde que nacemos hasta el último suspiro.
¡Un brindis por todas ellas!

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