"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 29 de septiembre de 2022

NUESTRO RELOJ DE ARENA

 

Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen ( no siempre) y mueren. Esa es una ley que todos enunciamos en el colegio. Y, sin embargo, no nos paramos a reflexionar sobre ella. Es la cosa más lógica del universo, porque si no ¿dónde nos meteríamos tanta gente? Pero la última premisa nos echa para atrás. Conozco personas que se niegan a mencionarla, como si pensaran que, basta con pensar en ella para que ocurra. Y me temo que no es así. Cada uno tiene su momento y por mucho que corramos, no escaparemos.

Siempre me ha costado entender esa actitud, el por qué no asimilamos que TODO en la vida tiene un final : el colegio, los amores, las amistades (??), la forma de pensar , las vacas flacas, las vacas gordas… Nada es para siempre. Entonces ¿por qué uno debería serlo? ¿En tan alta estima nos tenemos? Nadie es imprescindible. Cuesta aceptarlo, pero es una verdad inmutable. Cuando uno tiene una edad, sobre todo, y va dejando rastros de amor por el camino, lo asume, por mucho que duela. Crees que no soportarás la ausencia de tus padres, de alguno de ellos en especial, y tras el mazazo, ves que sigues en pie. Pierdes a tu compañer@ de vida y se acaba el mundo, pero emerges como el ave fenix. Se va un/a amig@ del alma y te quedas en shock, con un dolor latente, pero continuas con tu vida. Y así, en tantas situaciones.

No obstante, parece que nos creyéramos inmortales porque esos instantes no sacuden nuestras mentes. Mi padre decía, cuando venía de un entierro, «Mientras vaya por mi pie, vamos bien». Él, en especial, le tenía pavor a terminar. Auténtico pavor. Cuando «hablamos», le pregunto cómo lo lleva, pero mal no debe ser porque hasta el momento no se ha quejado.

Bromas, aparte, los que andamos en el limbo de las creencias tenemos una ventaja: no estoy segura de la reencarnación, pero si existe, me parece guay. No he sido muy mala en esta existencia y me tocaría mejorar en la siguiente. Espero. Y si no hay nada, solo desaparecer, tampoco importa. ¿Qué más da, si no voy a ser consciente de ello?

Diréis que qué hago hablando de este tema, tirando a macabro para muchos. Pero es que, entre el entierro de la dichosa Isabel, y los que me ha tocado lidiar en estas semanas -- padres de amigos, por suerte personas de edad avanzada – se ha convertido en un debate entre mucha gente cercana. Un amigo de la biblioteca, Germán, me decía que se debería escribir sobre el asunto y aquí estoy, enfrentando el reto. Él no tiene miedo de morir y me gustó oírlo. Yo, tampoco. Nos da terror padecer enfermedades, sufrir dolor, perder la cabeza… Morir, no.

Morir dignamente, que es algo que defiendo desde siempre. Morir cuando uno lo decide y que los demás lo respeten.

Morir solo es un paso; el último de nuestra existencia como ser vivo. Deberíamos concienciarnos de ello. Meditar sobre el tema y no enterrar la cabeza bajo tierra, como el avestruz.

Morir no es desaparecer. Mucha gente sigue viva en mi corazón, a pesar de que ya no están. Soy la luz que los alumbra, porque los recuerdo.

Lo único que debería preocuparnos es conseguir que otras personas te quieran lo bastante para después seguir viva en sus memorias. Creo que así, el mundo sería más hermoso y menos cobarde.

jueves, 15 de septiembre de 2022

ME CANSA

 

Me cansa que, habiendo tantos problemas reales en el mundo, la gente se pierda en tonterías:

–Que los funerales de una señora, que por azar del destino «trabajó» de reina, duren una temporada.

–Que las monarquías sigan vigentes a estas alturas de siglo.

–Que los medios hayan pasado el verano resaltando el vestuario de doña Leticia en vez de sus actuaciones como reina. ¿Alguien ha dicho algo si el rey llevaba bermudas?

–Que después de tantos incendios y falta de agua, siga siendo mentira «el cambio climático».

–Que la derecha solo tenga una palabra en su vocabulario: NO; aunque ellos hubieran hecho las mismas propuestas con anterioridad.

–Que se empeñen en darnos noticias catastróficas cuando aún no han sucedido.

–Que los políticos, en general, anden siempre a la gresca.

–Que no se elogie nada de lo que hacen cuando lo merecen.

–Que echemos la culpa de lo mal que va el mundo a los demás, como si no formáramos parte de ese «demás».

–Que seamos intolerantes y no busquemos razones.

–Que hablemos, sin saber.

–Que publiquen libros personas sin cultura.

–Que lo que venda sea lo polémico y no lo cultural.


En fin, como siempre os digo, es mi punto de vista. Discutible, como el de cualquiera. Pero eso es lo que me pasa por la cabeza en estos momentos. 

¡Seguimos en la brecha!



jueves, 1 de septiembre de 2022

A TRAVÉS DEL CRISTAL

El tren corre hacia el norte mientras mi alma siente que te voy dejando atrás. Los nubarrones del horizonte son luminosos si los comparo con los que enmarañan mi mente, febril por la tormenta de recuerdos y anhelos. El paisaje que fotografío es un fiel reflejo de nosotros. Me reconozco en el verde de los campos, color de la esperanza, porque no quiero creer que nuestra historia ha terminado, y te veo a ti en ese río sinuoso que no sé si va o viene, en esas lomas que encarnan dificultades, lejanía.

Por fortuna, en los confines del cielo se abre un claro y mi corazón se estremece como si se hubieran conjurado el clima y la razón para regalarme un hálito de optimismo. 

 

 

Retomo el blog con la esperanza de que sea un lugar de encuentro para los que amamos expresarnos. 

Mi verano ha sido estupendo; espero que el vuestro también.