"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 28 de septiembre de 2023

PAÍS DE CHIRIGOTA

 

Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, están perdiendo el tiempo esos señores a los que todos pagamos para que nos organicen la casa y ellos, sin enterarse, siguen a sus cosas. Se tiran los trastos a la cabeza, juegan a «hacerse feos», se ponen y quitan pinganillos…

Estamos viviendo una supuesta sesión de investidura que, sabemos, no va a ninguna parte. El que parte en cabeza y se empeña en que no la va a ganar « porque no quiere» (¿entonces, para qué se presenta?), suelta mentiras sin tregua mientras tiene lapsus de memoria de historia reciente, donde su propio partido propició alianzas «de dudosa moralidad».

Por otro lado, el supuesto caballo ganador, envía a otro a hablar en su nombre para que cierta palabra que todos los españoles ( excepto unos cuantos extremistas, me temo) tenemos atragantada, no salga de su boca, aunque le martillee la mente porque sabe que si no cede, tampoco tiene opción al trono.

Triste espectáculo. Escasa dignidad. Penosa representación del pueblo español. Aunque, a veces, me pregunto si, en realidad, no es lo que nos merecemos. Tanta telebasura nos ha embotado el cerebro y no sabemos ni discernir qué es verdad o mentira, ignoramos datos de nuestra historia reciente, y qué decir de la historia «historia», si muchos jóvenes escuchan el nombre de Franco y ni les suena. Menos mal que de Hitler hicieron películas y algo les ha llegado… El cine hace milagros que los libros, no.

En fin, ya vivo una situación penosa en mi pueblo y en mi Comunidad Autónoma, pero si esto sigue así creo que me exiliaré a la Antártida; igual los pinguinos sí tienen una comunidad democrática.

jueves, 14 de septiembre de 2023

SE BUSCA...

 

Una vez, hace mucho tiempo, amé a un hombre con la efervescencia de mis veinte años. Me fascinó desde el primer momento: alto, delgado y gamberro, de esos que ocultan una fachada de ternura tras sus acciones locas. Yo estudiaba Magisterio y él era amigo de mis compañeros; salimos al campo un día de San Isidro y él se apuntó. Tonteó con todas, pero al final con quién quedó fue conmigo. Quizá mi interés le halagó; quizá le gusté.

Con él, mirando con sus ojos, descubrí Badajoz, esa ciudad que ahora amo como si fuera mi cuna. Vivía en la zona antigua, la más deprimida, pero me la mostró con orgullo. Pateamos la alcazaba, la plaza de San José, la del Ayuntamiento, el puente viejo, e incluso nos escapamos al río, los dos solos, en una ocasión.

Disfrutaba con «sus vistas», su charla amena, su descaro de mentira. Me derretía en su compañía. Llegó la feria de San Juan y nos montamos nueve personas en su Seat 600, con todo el jolgorio y la alegría que provoca ser jóvenes.

Tuve que retornar a mi casa; yo era solo una chica de pueblo y los veranos pertenecían a Don Benito. Le pedí que me escribiera, no lo hizo. Envió una postal, eso sí, de nuestro querido Guadiana. Desde entonces, no olvido su dirección: Soto Mancera, 16.

¡Jamás he deseado que un verano pasara tan rápido! Pero, como todo llega, comenzó mi último curso y él reapareció. Y bailamos en todas las discotecas, y bebimos en todos los bares. Sin embargo, hubo un antes y un después. Una charla en un bar que ya no existe. Le conté que escribía y él me miró con asombro infinito. Le quité hierro al asunto, asegurando que era muy mala, la verdad en esa época, pero que amaba las palabras igual que el ejercicio del magisterio. Él se quedó serio y me dijo «Tú sabes que soy electricista, ¿verdad?», asentí, encogiéndome de hombros. Seguimos saliendo juntos, solos y en pandilla, pero él se convirtió en nuestro río, aparecía y desaparecía. No sé bien cómo saqué el curso, pendiente de él.

Llegó de nuevo la feria y me llevó a los toros y yo, que soy anti taurina, los disfruté.

Estudié los finales con un oído en la ventana por si aparecía, y otro en el disco de Silvio Rodríguez que siempre irá unido a su memoria, «Al final de este viaje» ( Gracias, Nina, por tan grandioso regalo).

Le robamos tiempo al tiempo, pero todo se acaba. Mi carrera llegó a su fin. Era 1983. Entonces hicimos un trato: iríamos juntos al concierto de Miguel Rios, el Rock and Rios. ¡Jamás olvidaré su torso desnudo, enarbolando la camiseta mientras bailábamos como posesos!

Os preguntaréis a qué viene contaros ese episodio de mi vida, tan lejano, 40 años después.

Muy sencillo, el sábado 16 estaré en Sevilla, en la gira conmemorativa de aquel concierto, con un Miguel Rios rozando los ochenta y yo, infinitamente menos atractiva…Pero, si lo veis, ¿ le diréis que lo estaré esperando?

Mis ojos recorrerán las gradas y lo buscarán, mi corazón aleteando tan joven como con aquellos veinte.

«Alea jacta est»