"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 2 de octubre de 2014

"Vecinos, tercera tanda"




A Carla le costó conciliar el sueño. No sólo se le había “pasado la hora” con la limpieza, es que el rostro y el cuerpazo del tío aquel no se le quitaba de la memoria. Tanto tiempo sin vecino y ahora iba a tener “buenas vistas”. ¡Estaba deseando cotillear con Ángela! Aunque se llevaban diez años habían logrado congeniar con ella de maravilla. Claro que no siempre se encuentra una mema como ella para poner el hombro y sollozar a moco tendido porque te ha dejado el gilipollas de turno... Y a Ángela lo de ese tipo se le daban especialmente bien. Escogía siempre al más imbécil.
Recordando los ratos pasados con su vecina se le quitó el desasosiego del bombero y logró cerrar los ojos...



¡ Tuvo el sueño más tórrido de  su vida!  Se vio a sí misma con el conjunto rojo que le habían regalado recorriendo con dedos y lengua el escultural cuerpo de su vecino mientras él iba quitándole prenda a prenda con una sonrisa adorable que le formaba hoyuelos en las mejillas. Un escalofrío de placer la recorrió toda cuando le desató las cintas del corsé mordisqueándole la espalda, acogiendo sus pechos con ambas manos y succionando sus pezones como si fueran frambuesas, retirando el liguero a lengüetazos, haciéndole juntar las piernas porque no podía resistir la presencia de su boca hambrienta tan cerca de su sexo, temblando cuando sus dedos deslizaron lentamente las medias de seda negra y le mordisqueó los dedos de los pies con deleite, tragándolos goloso hasta lo más profundo de su boca...
Con un jadeo, sintiendo que le sobrevenía un orgasmo, Carla se despertó de golpe, abochornada, aturrullada, tan anhelante que sus manos se dirigieron sin dudarlo hasta el punto caliente que clamaba por estallar y se corrió entre sollozos, feliz y furiosa al mismo tiempo porque llevaba siglos sin pasarlo tan bien pero lo había conseguido basándose en una mentira. ¡Joder con el bombero! La había puesto a mil sin tocarla siquiera...
Sabiendo que ya no podría dormir se incorporó en la cama para descubrir que le habían dado las dos y media. ¡Y tenía su primera clase a las cinco! Se metió en la ducha y se preparó un sándwich vegetal para recuperar algo de energía. ¡Pues sí que estaba ella para sesiones de yoga ahora! Todo lo que quería era hacerle una visita al bombón de al lado que, seguro, estaría durmiendo a pierna suelta gracias a los somníferos, y poner en práctica los acrobáticos movimientos que no se le quitaban de la cabeza.
Desalentada, se arregló con su habitual equipo de trabajo ( mayas y camiseta), se puso una pizca de maquillaje para ocultar los estragos de la movida, se recogió la melena en una cola alta y se colgó la mochila a la espalda.
En el descansillo no pudo evitar detenerse a mirar la puerta imaginando, como un gansa, que él la abría y la invitaba a un café, disculpándose de nuevo por su brusquedad inicial;  pero claro, la espera resultó en vano.
Conteniendo el aliento bajó de dos en dos las escaleras. Aún tenía que coger el metro para llegar a su curro. Soñaría con las “torturas” que le gustaría infligirle” mientras llegaba a destino. Para eso tenía que tragarse media hora de paradas y un enlace.


Licencia de Creative Commons
"Vecinos" by Mercedes Gallego is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

No hay comentarios:

Publicar un comentario