"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Un año más.

Mis deseos para esta navidad y el  inminente 2019 : 

AMOR

RESPETO

SOLIDARIDAD

HONESTIDAD

HUMILDAD 

GRATITUD .


Podría continuar la lista, pero con que se cumplieran esos valores en el universo me conformaría.
Seré menos utópica. Sólo con que la gente que conozco - en persona y a través de las redes - los llevemos a cabo, me bastaría.

Repartamos AMOR. Fijo que lo recibiremos por  triplicado. 

Que el RESPETO impere en nuestras relaciones con los demás. 

Que la SOLIDARIDAD no se reduzca a los que queremos y  la mostremos con los desconocidos,  los extranjeros,  los que no tienen un hombro en el que  apoyarse. 

Que  la HONESTIDAD sea una seña de identidad. Vayamos por el mundo de frente, sin ofender pero dejando claras nuestras ideas e intenciones. 

Que  la HUMILDAD  dirija nuestras acciones y no hallemos motivos de vanidad en hacer bien las cosas. No pequemos  tampoco  de prepotentes, esperando superar con brillantez  cada paso. En caer y levantarse está la victoria. 

Y, por último, que la GRATITUD inunde nuestro corazón por ser quienes somos y nos aliente a disfrutar  de lo que tenemos. 

                  ¡ FELIZ NAVIDAD !

jueves, 13 de diciembre de 2018

Palabra de rey


Hector Berlioz comentó « El tiempo es un gran maestro; lo malo es que va matando a sus discípulos » y a mí me viene bien su cita para introducir este artículo sobre mi padre y su profesión, la de calderero. Un oficio del que ya poca gente conoce su existencia puesto que ha desaparecido al igual que tantos otros que en la niñez de los que rondamos los cincuenta aún nos suenan familiares. El tiempo, la modernidad, va «asesinando» tareas que ya no tienen sentido. Los utensilios se fabrican en serie, en fábricas, con materiales baratos y con rapidez. Lo de ser artesano, sudar al calor de una fragua o dejarte la fuerza a base de martillazos son imágenes del pasado.

Paradojicamente, he tenido que recurrir a mi hermano Diego para que me recordara los nombres del género que mi padre y él fabricaban, así como el de las herramientas y el modo de trabajar. Según creo, Manuel Lomba fue el último calderero de Don Benito, pero podría haberlo sido su hijo si hubiera sentido algún aprecio por el oficio, lo cual nunca fue el caso. No obstante, me ha parecido entrever una cierta nostalgia al recordar y darme detalles. Sería por lo joven que era cuando se dedicó a ello como aprendiz de mi padre.
Mi padre debió denominarse en realidad latero u hojalatero, según definición del diccionario, pero todo el mundo lo llamaba «el calderero». Quizá por ser la parte más dificil de su oficio. Según mi hermano, trabajar estirando el molde de lata hasta darle forma precisaba de una tecnica y una precisión enormes. Había que destemplarla en la fragua tres veces y después dar forma al caldero a base de martillazos hasta dejarlo liso y del tamaño requerido. En invierno debía dar gusto pero en verano debía resultar un suplicio.
Además de calderos, en el taller se fabricaban trébedes, anafres, anafres de pinchitos ( muy demandadas ), cocinas de hierro, braseros, sartenes, peroles, badilas, badiles, paletas para remover la comida… y un producto estrella llegada la Semana Santa , las latas de las bollas. Dudo que en los desvanes de Don Benito no queden latas de las que hizo mi padre. ¿Quién no fue a la tahona en algún momento de su niñez a hornear los dulces? Yo me moría de vergüenza cuando tocaba ir, pero qué remedio, allá que nos mandaba mi madre, con una en cada brazo. En las fotos con que nos deleita Diego Sanchez Cordero (Disancor) se reconoce a más de un dombenitense en plena faena, entre ellos mi hermana, con una pinta que nos arranca carcajadas cada vez que la vemos.
Otros articulos muy solicitado eran los canalones, esos que se ponen bajo el alero del tejado para canalizar el agua de lluvia. Puedo recordarlos alineados en el patio, soldados pieza a pieza.
Un trabajo menor consistía en poner estaño a las ollas que se agujereaban. Increible nos resultaría hoy llevar a arreglar una olla o un perol cuando se estropea, pero en los tiempos de los que yo hago memoria ( cómo se reirán los jóvenes si llegan a leer este artículo, y qué antigualla les resultará) se les limaba el roto y se aplicaba una capa con un estañador de carbón. Mi hermano me enseñó un vocablo que jamás había escuchado :lañador. Pero investigando he descubierto que ese apelativo se le daba a alguien, generalmente ambulante, que arreglaba cacharros con lañas, una especie de grapas metálicas, e incluía el arreglo de utensilios de barro y loza, pero mi padre sólo se dedicó a los de lata.
Volviendo a él, he reparado en un detalle que me ha hecho sonreír. Ambos renegamos del apellido Pérez. Al calderero todos lo conocían por Lomba (supongo que porque era la familia de su madre la que tenía el taller que él terminó heredando) y yo he preferido el Gallego para evitar las cacofonías de las e.
Mi padre empezó desde muy pequeño bajo la tutela de su tío Saturio ( era hijo de viuda y tenía que colaborar en los ingresos de la familia) y se jubiló ya operado de cataratas y cargado de dolores. Le tocó una época dura y difcil, sin apenas pisar la escuela y asumiendo muchas responsabilidades. Menos mal que le salvó su humor y sus ganas de disfrutar de la vida. Lo recuerdo acarreando chapas, dando martillazos, modelando hierros en la bigornia y cantando al calor de la fragua. Siempre con buena cara, siempre con una sonrisa.
Durante muchos años, desde su niñez hasta bien mayor, viajó por la provincia vendiendo sus cacharros. A las ferias de Zalamea y Campanario, primero en carro y en camión después, y a los mercadillos de Don Benito y Villanueva todas las semanas, dónde acudía en un cuatro latas (Renault 4) que compró cuando mi hermano cumplió la edad de conducir porque él se negó a aprender.
También vendíamos en mi casa, directamente en el taller, por lo que éramos una «puerta abierta» constante. No resultaba extraño que cualquiera llamara, sin importar la hora, preguntando si allí vivía Lomba, el calderero. Incluso después de fallecido, nos ha seguido pasando durante unos cuantos años. Llegaba gente del pueblo, de la provincia, y lo que más nos admiraba a sus hijos, de Madrid. En especial una familia gitana que adquiría candiles, calderos y trébedes en miniatura, que luego envejecían con óxido para hacerlos pasar por antiguedades. Los enviaban a sitios tan sorprendentes como Suiza o Estados Unidos.
Por último, quiero explicar por qué he titulado este artículo con esa frase que yo escuché como novedosa hace unos días ante la cara de pasmo de mi hermano Diego, que la tiene por conocida desde su niñez de oírsela a mi padre. Tener «palabra de rey» es no hacer descuento. El precio marcado era inamovible. Y a quien no le gustara, que se buscara otro vendedor.
Lo dije en una ocasión y me repito ¡qué pena que la curiosidad nos entre a una edad en la que ya no existen quienes la pueden saciar! Ahora asaltaría a mi padre con mil preguntas que , en su momento, ni se me hubieran ocurrido. Pero retomando a Berlioz, el tiempo mata a los discípulos. ¡Aprovechemos a los pocos que quedan! 
 
Reproduzco este artículo que escribí para el nº19 de la revista Caramanchos de Don Benito, presentada oficialmente el pasado 30 de diciembre,  porque cuento en él cosas interesantes que no podrán llegar a los que me seguís fuera de nuestra ciudad. Espero que os agrade.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Ya son 40


Este artículo es del año pasado. Por desgracia sigue vigente cada palabra que escribí. ¡Triste pena!

La Constitución Española cumple 39 años y según leo en wikipedia se ha modificado en dos ocasiones; la primera en el 92, para adaptar uno de los artículos al Tratado de Maasstricht, en referencia al sufragio de los extranjeros; y la otra en 2011 por asuntos presupuestarios. O sea, una birria. Nada que ver con las peticiones que , desde todos los medios, los ciudadanos reclamamos.
Que sí, que estuvo muy bien para la época y se la trabajarían «hasta las tantas» los señores encargados del evento ( los llamados «padres» de la susodicha), pero como resulta que se ha quedado un pelín retrógrada, que ni una sola mujer participó en su creación y ya va siendo hora de que digamos algo al respecto, que demandamos que las Cámaras cuenten con menos políticos ( menos sueldos, menos coches, menos móviles, menos prebendas de todo tipo que pagar de nuestros exiguos bolsillos) , que insistimos mejor dicho, en que se disuelva el Senado y que esos señores se vayan a sus casas , a buscarse un trabajo acorde con sus estudios y no con sus enchufes, que incluso se reduzca el Congreso, que tampoco hace falta que haya de 300 a 400 vocingleros que nos representen...Total, poco han demostrado que les importemos , sean del partido que sean. Con que elijamos a unos 100 bastaría; igual así lograrían ponerse de acuerdo más fácilmente…
Nos sobran políticos, señores. Y leyes. O ganas de cumplirlas. Sobran privilegios para unos y faltan derechos para otros. Como esos que aparecen en el Título I «De los Derechos y Deberes fundamentales» :
- Aconfesionalidad del Estado ...Por eso la Iglesia – católica y romana, no la judía, ni la musulmana, ni otras que nos vengan a la cabeza – está presente en todo evento importante o la Corona cumple con los sacramentos públicamente en vez de en privado , como debería ser en el improbable caso de que lo sintieran de corazón…
- Derecho al trabajo… Este es de carcajada ( triste, claro) . Que se lo digan a los millones de parados que se levantan de la cama sin ilusión, sin esperanzas de que ese curso que te han obligado a hacer para cobrar X ayuda te recicle ni te sirva lo más mínimo, porque lo que en realidad está haciendo es llenando los bolsillos de quienes te lo están dando; a jóvenes cuyos padres se han gastado un pastón en másters y demás porque sin ellos no eres nadie por mucha carrera que tengas, y se tienen que largar al extranjero a servir copas o, con mucha suerte, a trabajar en lo suyo; a parados de más de cincuenta años que se sienten más obsoletos que un mueble del dieciocho…
- Derecho a la vida y a la integridad física y moral; que se lo cuenten a las 44 mujeres asesinadas por violencia de género hasta estas fechas. La policía no cuenta con medios suficientes , ni personales ni económicos, para proteger a las mujeres que se atreven a denunciar. Para otras historias sí hay.
Son sólo algunos de los ejemplos; pero lo cierto es que nuestra «Ley madre» anda necesitada de reparaciones. Lo peor del asunto es que quienes deben hacerlo, no están dispuestos a perder su parcela de poder.
Vamos, que cumplirá cuarenta o sesenta y seguirá como está, trasnochada.