"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 30 de mayo de 2019

Intruse



    Durante unos minutos se sintió desconcertada, no ubicándose en la habitación, hasta que el cuerpo relajado de Dimitri sobre el sofá, cubierto solo con su bañador de la víspera, le hizo recordar. Descansaba como un bebé libre de problemas, con una almohada sobre la cara que impedía que la luz le molestara, aunque debía de estar haciéndole papilla las cervicales. Sylvie sintió un ramalazo de simpatía por él. Era un joven encantador. La noche anterior logró hacerle olvidar  la aversión que despertaba en su hermano y que la llenaba de vergüenza porque para ella era incomprensible. No era culpa suya hallarse allí y sentía haberles aguado la diversión —aunque Dimitri le confesó en un susurro que ya estaba agobiado con tanta paz—, pero no veía el modo de impedir la situación hasta que llegaran a un puerto. ¡Menos mal que al día siguiente, si los planes de los hermanos se mantenían, llegarían a Recife! Aquel era también el destino del Aires del Pacífico y podría demostrarles que no era una mentirosa; pero, sobre todo, recuperaría el control de su vida.
    Se dio una ducha rápida en el baño, recuperó su tanga rosa que estaba seco y oliendo al champú de papaya con el que lo había lavado, y reutilizó la blusa de la noche anterior. Como agradecimiento había pensado preparar el desayuno, así que bajó con cuidado las persianas para no despertar a Dimitri y salió al exterior.
    Un ruido insistente la llevó hacia la cubierta al aire libre y la visión de Sasha bajo el chorro de la ducha la dejó anonada para vergüenza suya. Su metro ochenta y siete de estatura, sus caderas rotundas sosteniendo una espalda fuerte y un abdomen plano le secaron la boca cual adolescente inmadura. Tenía los ojos cerrados y la cabeza apuntando al sol, recreándose en el placer del agua que lo refrescaba. Pero lo que la llenó de bochorno fue que estaba desnudo. Podía ver sus glúteos tan morenos como el resto del cuerpo, de lo que dedujo que hacía aquello muy a menudo, y lo peor era que ella se estaba deleitando con el espectáculo.
    Cuando tomó consciencia reculó, intentando pasar desapercibida, pero pareció que un sexto sentido se agitó en él, quien abrió los ojos y los clavó directamente en los suyos, sin volver el resto del cuerpo. Debió de comprender que la situación la incomodaba más que a él porque cogió una toalla del brazal de una silla y se cubrió las caderas sin molestarse en sonreír.
    —Buenos días. ¿Has descansado?
  —Sí, sí —tartamudeó sin lograr sobreponerse a la vista de semejante portento caminando hacia ella. Se retiró al interior farfullando una disculpa—. No quería interrumpirte. Iba a preparar el desayuno para agradeceros...
    Su mano, aún húmeda, la detuvo a medio camino.
   —¡Aguarda! Quiero... —Se notaba que le costaba decirlo y Sylvie casi lo prefirió antipático—. Me gustaría que nos concediéramos una tregua. Hasta mañana no llegaremos a Recife y el día es muy largo para andar con caras largas. No quiero que Dimitri se mosquee más conmigo. ¿Crees que podemos intentarlo?
    Sylvie se soltó suavemente, acelerados los sentidos al percibirlo tan cerca; enfadadísima consigo mismo por saberse vulnerable ante Sasha Abbaci como millones de mujeres en el mundo.
   —Por supuesto que podemos. —Forzó una falsa sonrisa—. ¿Te gusta el zumo de naranja? Vi que guardabais algunas en el frigorífico y a mí me flipa en ayunas.
    La sonrisa de dentífrico que le respondió la llevó a darse una vuelta aún más rápida.
   —Pues termina con tus cosas. ¡Ya me encargo yo!
    Se perdió en el interior del barco, negándose a aceptar que su corazón palpitara de aquel modo.



Os regalo una breve escena de Intruse, para ver si os abre boca tanto como a Sylvie la visión de Sasha bajo la ducha. Es una de tantas. Entre sus páginas encontraréis risas, aventuras y mucha acción. Ni que decir tiene que también sexo y amor. De eso se trata¿no? De pasarlo bien con su lectura. 
Saludos.

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